domingo, 30 de diciembre de 2012

¡Viva la Patria! Badajoz 1811. Parte V.

¡Viva la Patria!
Badajoz 1811
 Andrés Lloret Vargas 



V

El día siguiente es un día que recordaré siempre, 4 de marzo de 1811.
Como cada mañana había desayunado en mi casa de acogida y me había presentado temprano en mi puesto del baluarte de Santiago. Se veía mucho movimiento en el interior de la ciudad.
Pregunté a mi coronel qué estaba pasando, y me respondió que se había ordenado otra salida, pero esta vez con todas las compañías de granaderos disponibles de la plaza.

 -¿Granaderos?

 -Así es teniente, Menacho quiere darles un golpe que no olvidarán.

Empezaron a desembocar cientos de soldados de la puerta del Pilar, la flor y nata de la guarnición.

En ese momento apareció nuestro general, cojeando, apoyado en su sargento de ordenanzas.

 -Caballeros…hoy vamos a enseñarles a nuestros enemigos de lo que es capaz la infantería española. Lo haremos como siempre, los cañones de los baluartes empezarán primero y darán la señal para el ataque de la infantería.

Se alejó de su sargento, y caminó unos pasos, desenvainó su sable.

 -¡Soldados, este será el día en que los esclavos del tirano se arrepentirán de haber pisado nuestra patria, ahora comprobarán de qué estamos hechos! ¡Fuego a discreción!

Los jefes de batería y los de las compañías de fusiles apostadas en el baluarte repitieron la orden, en segundos, lanzamos una lluvia de destrucción a las trincheras enemigas en forma de metralla y fusilería; los demás baluartes hacían lo mismo, entonces, una marea de hombres emergió del foso de la fortaleza, y avanzó por el glacis asaltando a la bayoneta la primera trinchera, entre los estampidos de nuestros cañones apenas se podía escuchar el fragor del combate de ahí abajo.

Menacho seguía de pie, sable en mano arengándonos continuamente.

 -¡Vamos caballeros, que no asomen la cabeza por la trinchera, hay que apoyar a los valientes de ahí abajo! ¡Fuego!

Aquella marea multicolor, pues la formaban granaderos de todos los regimientos de la plaza se alejó a paso de carga, banderas con la cruz de San Andrés al viento, gritando vivas a España y al comandante de la plaza. Asaltaron la siguiente trinchera sin disparar un solo tiro y en cuestión de minutos la habían sobrepasado. Tenían una batería de sitio francesa justo enfrente que ya había empezado a disparar, pero como no tenía botes de metralla, las balas causaban claros en la formación de aquellos valientes que cargaron de nuevo contra esos cañones, nos faltó tiempo para ver con los catalejos la cruz de San Andrés ondeando en la fortificación francesa. No contentos con la hazaña, clavaron los cañones y se dirigieron a por la segunda paralela francesa. Una tercera carga, los franceses estaban ya precavidos y empezaron a disparar desde la trinchera, pudimos ver como los nuestros les respondieron con una furiosa descarga y arrojaron sus granadas al interior de la paralela…

 -Es un milagro.

Dijo Menacho apartando el catalejo de su cara y señalando la acción. Una gran explosión elevó escombros y restos de soldados enemigos.

 -¡Han destruido uno de sus polvorines!

Después de eso, los valientes granaderos formaron y regresaron en orden hasta la plaza ante la gran concentración de tropas francesas para el contraataque.
Los baluartes se llenaron de vítores a los héroes, volaron bicornios, se lanzaban continuos vivas a España y a la infantería.
Menacho se asomó por una de las troneras para felicitar a los granaderos por su exitosa salida. Entonces escuché unos estampidos en la lejanía, no provenían de Pardaleras, tampoco de la batería recién destruida, provenían de un tramo de la segunda paralela.

Ese estampido en la lejanía, después el silbar de muchas balas, era metralla disparada por una batería que seguía intacta y había respondido rápido.

 -¡Al suelo!

Yo pude cubrirme a tiempo, cuando aquel montón de balas llegaron a la muralla rebotando en troneras y cañones y generando el caos, llevándose a algunos soldados por delante. Cuando desapareció el humo puede ver una escena que me horrorizó.
Menacho estaba de pié, en una de las troneras, se estaba empezando a tambalear, fui capaz de levantarme y evitar que se cayese, pero le fallaron las piernas y tuve que dejarlo en el suelo, puse su cabeza en mis rodillas.

 -¡Mi general! ¡Mi general!

Todos los presentes en el baluarte miraban la escena con cara de horror, muchos se pusieron a rezar, otros corrieron a llamar a los cirujanos, otros se acercaron.
Empezó a escupir sangre, una esquirla de metralla le había penetrado por los vacíos del costado derecho, y manaba abundante sangre.

 -Parece que hasta aquí hemos llegado

 -No, mi general, ¡aguante!

 -Sólo lamento una cosa… no ser más útil a mi patria.

Estuvo hablando como unos quince minutos…

 -No rindáis Badajoz, vendrá el ejército de socorro y mandaremos a los perros del tirano de vuelta a Sevilla… decidle a mi mujer que la amo, y a mis hijos también, decidle, yo muero sobre estos muros, esta es mi suerte, pero la suya y la de mis hijos siempre será venturosa… aquélla es, dirán, la viuda y esos son los hijos de Rafael Menacho…

Comenzaba a atragantarse con su propia sangre hasta que finalmente dejó de hablar, su cuerpo no resistió más, y su alma fue a reunirse con Dios.

Un silencio que aún recuerdo se cernió sobre la ciudad, hombres que habían estado en la campaña del Rosellón, que habían participado en el sitio de Zaragoza, que habían estado en Talavera y Uclés… lloraron y padecieron la muerte de Menacho como la de algo más que un jefe.

Tal cual murió al pie del cañón lo llevaron a la Catedral donde lo dejaron para que lo velase la población, el estremecimiento cuando lo portábamos hasta allí fue total, la gente lloraba por aquel hombre que nos había inculcado la vitalidad y el deber de resistir al invasor como nadie

Recibió cristiana sepultura en la catedral, en un lugar secreto para evitar su profanación en caso de que la ciudad cayese.
La siguiente reunión de oficiales y jefes de la plaza fue uno de los episodios más vergonzosos que recuerdo…muchos que habrían seguido a Menacho hasta el cementerio corrieron a dar la razón a Imaz, que era ahora máximo responsable de la plaza. La mayoría opinaba en un gesto de traición incomparable al propio honor y dignidad que era mejor capitular. Unas pocas voces como la del general Juan José García se negaban a la capitulación, y menos en el estado de la plaza.

 -¡Defendamos Badajoz hasta perder la vida!

Fue la única voz digna que escuché en aquella reunión, no pude más y salí fuera de la sala…
Todo el sacrificio, toda la sangre derramada por la propia libertad… carecía de importancia, lo más grave de todo esto es que todos sabíamos de la preocupación que Imaz tenía en ofrecer a los franceses la ciudad en bandeja para intentar ganarse un futuro colaboracionista.

Aún quedaba el episodio más vergonzoso.
Se firmó la capitulación, y Soult, en señal de respeto por tan heroica defensa dejó salir de la ciudad a varias compañías de granaderos por la brecha abierta, dejando todas las armas a 200 pasos de los glacis.
Así cayó Badajoz, traicionada por sus propios defensores, que no tuvieron los arrestos de Menacho de continuar con la defensa.

Me hicieron prisionero como a los 7.000 hombres que quedaban de guarnición, y me intentaron llevar a Sevilla, me liberaron las guerrillas… pero eso, es otra historia.

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